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MOVIMIENTOS SOCIALES EN AMÉRICA LATINA

¿QUÉ SON?

La acción colectiva en América Latina tiene una particularidad. Varios académicos señalan que en el subcontinente ha tenido más peso el paradigma de construcción de identidad que su contraparte norteamericana. Varios de los acercamientos teóricos sobre movimientos sociales no pueden ser aplicados de manera directa al caso latinoamericano. Esto, dado que cada país cuenta con procesos históricos distintos (Archila, 2005).

El subcontinente tiene gran variedad de movimientos sociales por la simultaneidad temporal en que convive lo premoderno con lo moderno y lo posmoderno. Cuando se estudian los movimientos sociales en América latina, tanto los de clase, obreros y campesinos, como los llamados nuevos, se produce un choque entre teoría y realidad, pues si desde Europa se enfatiza la relación entre movimientos sociales y sociedad civil, en el subcontinente latinoamericano la precaria existencia de esta y el papel central que históricamente ha jugado el Estado hace que desde el principio la acción social colectiva se politice. Por ejemplo, la existencia de dictaduras en gran parte de América Latina hasta los años 80 reforzó la dinámica de los movimientos sociales en favor de la democratización. Así se diluye la clásica distinción occidental entre acción social y política (ibíd).

En América latina persisten las luchas por necesidades materiales que se dirigen hacia el Estado, puesto que este no cumple con sus promesas de bienestar. Otro aspecto de diferencia descansa en la continuidad entre los viejos actores y los nuevos actores de los movimientos sociales hasta que se desdibuja una distinción que es clave en Europa y Norteamérica. Los actores pueden ser los mismos de los países del centro, pero las convergencias pueden producir nuevas identidades que, no responden a intereses a priori, sino que son construcciones históricas. Además, las identidades son múltiples, la gente puede movilizarse como mujeres o maestros, estudiantes o demócratas, trabajadores o socialistas (ibíd).

Las relaciones entre cultura y política también adquieren un carácter particular en América Latina. La cultura no es algo estático y aislado, y la política, más que simple acción institucional, es toda lucha por el poder. Los movimientos sociales no sólo participan de las culturas de una sociedad, sino que igualmente inciden en la configuración de sus políticas al reclamar un nuevo sentido de ciudadanía. Está mirada entre política y cultura presta atención al Estado, pero también a las redes sociales, a los espacios de lo público y a la revitalización de la sociedad civil, por ejemplo, a través de las Organizaciones No Gubernamentales (ibíd).

En conclusión, la acción social colectiva en América Latina desemboca en la política, lo que replantea la distinción entre ambas, como en la teoría de países centrales. Esta politización implica un reto adicional, que consiste en la lucha por su autonomía en el Estado y sistema político. No hay consenso sobre la autonomía y la acción política, sin embargo, América Latina resulta un buen ejemplo para poner a prueba las relaciones entre lo social y lo político (Ibíd).

Movimientos sociales en Colombia

Históricamente las luchas sociales en Colombia se remontan a los inicios de la colonización europea, sin embargo, el tema de aparición de los mismos es reciente. Esto se debe tanto a dinámicas internas derivadas del régimen bipartidista (entre Liberales y Conservadores), así como a factores externos ligados al auge de rebeliones anticolonialistas, campesinas y estudiantiles. Las ciencias sociales en los setenta empezaron a reflexionar sobre la aparición de nuevos actores sociales y el significado de sus luchas. Esto, en la medida que algunos movimientos adquirieron visibilidad se convirtieron en objeto de investigación (Archila, 2005).

A lo largo del siglo XX han proliferado las movilizaciones populares en el campo y la ciudad, no obstante, esto no se ha dado con suficiente permanencia, cobertura y cohesión. El caso colombiano cuenta con múltiples experiencias, tanto desde sectores populares como desde la élite. El que más notoriedad ha tenido ha sido el sector laboral al lograr ciertos cambios y lograr un grado de institucionalización considerable, sin embargo, su papel no ha sido tan fulminante como en otros países del continente. También distintos individuos de la nación han acudido a la protesta como medio de visibilizar sus pretensiones. Sus reivindicaciones abarcan una amplia gama que van desde el acceso a bienes y servicios básicos para garantizar una existencia digna, hasta la defensa de la vida y los derechos humanos, incluyendo la demanda de participación en la gestión pública y control efectivo de funcionarios estatales (ibíd).

Aunque se han presentado reformas que buscaban la participación como la reforma municipal del 86 y la Constitución de 1991, la acción colectiva ha encontrado distintas dificultades. A pesar de estos inconvenientes, los actores sociales siguen luchando en los marcos que les es permitido y se preocupan por establecer alianzas con quien pueda contribuir a mejorar su condición. Las mismas élites políticas y económicas han captado la gravedad del momento y han aceptado, a veces sólo de palabra, la necesidad de un nuevo pacto social. Ese fue el espíritu de la Constitución del 91, que aún está por hacerse realidad (ibíd).

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